lunes, 19 de septiembre de 2011

Ayer soñé despierto.

Ayer soñé con un paisaje totalmente desértico, un lugar que nadie quisiera habitar, y difícilmente podría amar. Un escenario que colma de lágrimas el vacío y el silencio. Sentía que la tela ennegrecida que teje el tiempo iba cubriendo jardines de ilusiones no vividas en sigilo. Despierto empapado, con ojos hinchados, la mente clarividente y fría, se agarra a la realidad, la sopesa, la calibra y juzga el pasado. Recuerdos de semillas enterradas en el prado de las alegrías y el desencanto. La mañana amanece turbia y tranquila, arrojándome al destierro de todo pensamiento. Hoy desisto de perseguir el paulatino rumbo del tren de la vida, mi deseo de aventura diáfana y ajena crece como fuente reparadora de espíritu. Un pueblo gris y rosa saluda a sus puertas, camino por callejuelas tristes de grandes adoquines, calles viejas y torcidas por algún delineante loco de delirio. Las casas enmohecidas con fachadas llenas de surcos y arrugas, encanecidas por el paso de la historia y los años. -Buenos dias buen hombre, ¿para ir al río? – Buenos días. Todo recto tras pasar la iglesia y el cementerio, coges la primera vereda a la derecha, llegando al puente que cruza el río. Pero no te molestes mucho, está muy sucio y ya no quedan cuatro truchas. Antes había para todos y subían por los regueros de los pradillos, se veía el fondo negro de ellas. – Todo va a menos ¿no? es el precio del progreso. – Menudo progreso tenemos… los nietos no quieren trabajar la tierra, es duro y no da dinero. Poco trabajo, poco dinero, pocas truchas, hasta ya a mi edad pocas alegrías… Atrás dejo aquel amable hombre de camino lento y nudoso bastón, abriéndose ante mí, un puente de ojos gastados por cientos de vidas transitadas en sus muros que embelesan a sus pies las aguas de color ámbar, danzando grotescamente del pasado hacia la piedra. Las manos ajadas, comienzan el ritual de atado, atisbando en el lecho allí se encuentran, comienza la aventura, el desafío, la llave que despierta a ese gigante interior dormido, se abre el apetito del saber, bohemio inquieto de rincones, del arte y el engaño de amadas criaturas. Con paso presuroso me inclino por la orilla del río, la vegetación verde esmeralda destila frescor, los árboles cantan al son de la brisa, invitando a tararear sus canciones, los pájaros abandonan sus ramas, bailan presurosos y veloces tras pequeños seres de graciosos colores y vida efímera. Las truchas asoman sus bocas entre corrientes, sonríen al pescador que se las promete felices. Primera que sube, primera errada, algunas persiguen desconfiadas pelos y plumas sobre hierro torcido, otras más vetustas y astutas, ascienden y se descuelgan en un baile de salón a escasos milímetros del ardid de engaño, para desecharlo con gesto desenfadado. Pescador de dura mollera que por más pases de lidia que obre no moverá trucha sino cambia de estrategia. En el horizonte se aleja la espadaña de la iglesia y el dibujo de los tejados de un pueblo, con paso firme me voy perdiendo en el corazón del río, abandonado a tormentas de ideas que alimentan mi mar interior. Tras una piedra asoma ondulante un lomo engastado en oro, la sola contemplación de sus labios, produce escalofríos, nunca pensé encontrar respuesta a tantas preguntas hechas días atrás, pero allí estaba. Observo al pez su cadencia, sus gestos, calculo espacio, y le envío una mentira con un lacito, su boca se abre deteniendo el tiempo, elevando las pulsaciones y el pescador falla, maldice y muerde su lengua hasta sentir el sabor agridulce de su propia sangre… Tras minutos arduos de quietud, reflexión y duda allá la diviso, no abandona el confort de su cuarto, pero ya no baña sus escamas doradas, pendiente queda de mis chantajes y amenazas. En mala postura como prisionero de una cárcel, descargo mi ballesta, la señora hace un raro, la caña se enerva y el río explota. El corazón se agita, los poros se abren y las pupilas se dilatan dejando volar muy lejos a los malos recuerdos. Mis manos bajan por el precioso dibujo de tu cabeza, tu cintura se arquea, me inclino y respiro de tu aliento dejándote libre. Miré al cielo y di gracias por engendrar un lugar tan bello, gracias por dejar mi mente desnuda de dudas, problemas, creencias o estupidez. Gracias por dejarme soñar despierto. Saludos.

6 comentarios:

Alvaro dijo...

Que bueno truchones como disfrutarías mientras las sacabas.
Enhorabuena

Revuki dijo...

Con esas fotos casi nadie lee la prosa... :-) :-) :-)

alfonso dijo...

Preciosas palabras las de esta entrada. Leyéndote uno regresa a esos rincones perdidos donde se disfruta de la soledad.

Las truchas de las fotos tienen una librea muy particular y la última trucha una pasada! Que pez más bonito!

Un saludo!

Gaizka dijo...

Gracias por vuestros comentarios.
Saludos.

Leo Kutú dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Leo Kutú dijo...

Hno. de los anzuelos, Gaizka:
La pesca siempre es una "musa" inspiradora...
Que tus momentos sean felices.
Un abrazo gigante y,...
Un afectuoso sapukay.-